sábado, 15 de agosto de 2009

Cierre

Más de dos años ya. Y, como siempre, parece que fue ayer. Pero no, no fue ayer. Fue hace más de dos años. Desde entonces, un legado tangible se abre camino en nuestras vidas, con pasos dubitativos y tambaleantes. Con sonidos estridentes que llenan de luz las estancias.
Esto es un adiós. Un grito quedo que languidece desde el mismo instante en que surca ondulado las partículas que nos separan. Su estertor se agota en la resaca de este océano tan vasto. Adiós Aru.

miércoles, 4 de julio de 2007

La función de las metáforas

Metáfora del génesis. De Israel Zzepda.


El denso tejido que sustenta las cosas fundamentales de la vida suele ser volátil al contacto con las palabras. Resulta huidizo y esquivo, a pesar de su enmarañada complejidad y a la tenaz fuerza de cohesión que mantiene unido al tejido vital en el transcurso del tiempo.

Ante la imposibilidad de afrontar de lleno, a cara descubierta y mirando al frente con convicción, las cosas pequeñas e importantes de la vida (sentimientos, pasiones, anhelos, miedos, temores, angustias...), optamos por mirar de soslayo esas nimiedades fundamentales que, como hemos dicho ya, entretejen nuestra existencia con vínculos invisibles y nos unen, tanto a los demás como a nosotros mismos.

Las metáforas me sirven para explicar (¡Oh cielos! ¿Realmente soy capaz de explicarlo?) todo aquello que algún día quise decir pero sobre lo que sólo fui capaz de pasar de puntillas, con miedo a rasgar ese hilo invisible que nos une a los demás. En el camino yacen sendos poemas, algunos llegaron a los oídos indicados, otros me consta que no. Descansan, en los márgenes del camino, melodías improvisadas que nunca rozaron los tímpanos de terciopelo de la persona en cuestión. Y a estas alturas me pregunto si todo ese esfuerzo de sutilezas y verdades a medias han resultado en algo positivo. Ciertamente no por su función estética, porque si así fuera seguramente me dedicaría a otra cosa, a escribir poesía y a componer música. Probablemente sólo han tenido origen en la necesidad de crear metáforas comunicativas para decir o hacer lo que no era posible poner en palabras o traducir en actos. Abiertamente. Sin tapujos.

Esa es la función de las metáforas. A una persona que me ha ido demostrando que los sentimientos verdaderos nunca mueren, que sólo los puedes dejar guardaditos cuidadosamente en un cajón, a la espera que el día menos pensado necesites echar mano de ello, bien por nostalgia, bien por imperiosa necesidad, le dije un día: ahora no escribo, ahora vivo, lleno de acción, atrás quedaron las palabras. De eso han pasado probablemente unos años. Y sigo escribiendo, porque no se me agotan las metáforas, que son los pilares del puente que recorren el espacio que hay entre tú y yo.


Corolario: si te hubiera dicho lo que tendría que haberte dicho cuando hubiere tenido que hacerlo, nos habríamos ahorrado años de espera y de extraña incertidumbre. Pero entonces el mundo no sería como es y yo no sería el que soy y las metáforas, probablemente, tendrían otra función.

X.

jueves, 3 de mayo de 2007

Lolitas



Mi pasión por el Japón se remonta a los años infantiles en los que, como sacado de un sueño a media noche, se proyectaban imágenes mudas en la pared de un pequeña habitación. Un viejo proyector francés traqueteaba al compás de los movimientos de un operario de cine improvisado. No había banda sonora, sólo murmullos de admiración que se alternaban, durante el viaje, con explicaciones e interpretaciones. Era un reportaje sobre un día de nieve en Japón. Recuerdo, como parte de ese sueño, el movimiento antinatural de esas mujeres ataviadas con kimonos y portando sobre sus cabezas unas sombrillas que las cubrían y las preservaban de los blancos copos. Se intuía la misma delicadeza en la caída de los copos que la que se desprendía del caminar parsimonioso de esas mujeres.

Los años pasaron, muchas películas y novelas sobre Japón también, de distintas épocas y temáticas. La gastronomía fue otra forma de cruzar otro puente imaginario hacia el país del sol naciente. Pero sólo he viajado allá con la imaginación. Puede que sea ese viaje pendiente que se reserva para la próxima vida.

A pesar de todo, ni el paso del tiempo desvanece la fascinación que me produce la imagen que tengo de esa cultura: probablemente, como la mayoría de sueños, se desbibuje de forma disonante como la imagen reflejada en estanque tembloroso.

Mi intuición me dice que esa cultura está plagada de paradojas (y ahora viene cuando todo el mundo grita: “¿Y cual no?”). Me explico remitiéndome al título de un reportaje que desencadenó la necesidad de escribir sobre ello: “Carnets du Japon: geishas et lolitas. Des Japonaises pas comme les autres”. Fue azar, como siempre, pero grato y edificante. Contraste servido frío y contundente: en una cultura que todavía mantiene a las geiko en sus propios barrios, conservando las tradiciones de las okiyas y los rituales propios del oficio de entretener a la gente (poesía, danza, interpretación de instrumentos, caligrafía y canto), se superpone la tendencia de vestirse con ropas victorianas y adoptar una actitud acorde a dicho vestuario de las lolitas.

Probablemente lo primero que uno piensa al imaginarse a una lolita japonesa yerra completamente de lo que, de hecho, representa en una, cada vez más extensa, minoría de jovencitas que se visten con ropa inspirada en el periodo victoriano: medias de encaje, plataformas, lazos y sombreros. Nada hay de Nabokov en todo esto, salvo la reminiscencia de una inocencia que se perpetúa en disfraces y actitudes infantiles, que nada tienen de lascivo ni sugerente.

Ahondemos un poco más: existen distintos tipos de lolitas. Sin ánimo de ser exhaustivo en la descripción, sólo me dentendré en una mínima descripción, recopilada de entre los mares cibernéticos:

Classic Lolita: estilo maduro que proviene de la moda original victoriana, pocas blondas y cintas y vestidos poco pomposos, con colores discretos.


Sweet Lolita: más común que el anterior, utiliza colores más claros en vestidos más pomposos.

Horror Lolita: manchas rojas simulan la sangre vertida por la lolita que, partiendo de cualquiera de los estilos disponibles, simule magulladuras, heridas o incluso pérdidas de algún ojo. Es un estilo minoritario.

Hime Lolita: las princesas lolitas del periodo rococó, uso del escote bajo y accesorios tales como tiaras y coronas.

Wa-lolita: toman como base los vestidos tradicionales japoneses para adaptarlos a esta moda junto al Obi.

Qi-lolita: versión china de la Wa-lolita con uso de cuellos altos y cierres falsos a un lado decorados con lazos.

Country Lolita: como era de esperar los motivos campestres también se han apoderado de los anhelos de algunas de las jovencitas japonesas. Imaginaos que Sweet Lolita se va de picnic, entonces usaría sombreros de paja, sombrillas y cestas para el almerzo en el campo. Otra adaptación sería la Sailor Lolita (sobran las explicaciones).

Punk Lolita: probablemente el uso de la estética punk en oriente y con un toque tierno y decoroso; el largo de la falda y blusas pomposas sin insinuaciones.

Ero Lolita: el fetichismo también tiene cabida en esta moda japones, utilizando collares, guantes largos, vinilo, corsés, faldas cortas y blusas que muestran un poco más que el resto de las lolitas.

Gothic Lolitas: sin duda el estilo que más ha trascendido a nivel internacional, siendo el que más adeptas a creado a lo largo del planeta. Denominadas gosurori en japonés, consumen sus propias publicaciones como “Gothic Lolita Bible”. Visten faldas de muselina con leotardos, sobreros y largos lazos combinando dicha ropa con un maquillaje muy marcado.

A pesar de que pueda sonar lejano, como todo aquello que proviene de Oriente, en España existe una asociación de gothic lolitas que se llama Oscura Inocencia.


Otra cuestión que me parece relevante, siguiendo con las paradojas niponas, es la que hace referencia a las llamadas gravure idols o “gurabia aidoru”. Modelos japonesas de corta edad que posan en bikini o bien ligeras de ropa y que aparecen para gozo de los consumidores de sendas revistas especializadas en el género. Un matiz: no hay desnudos. Otro matiz: la corta edad de las modelos contrasta con su talla de sujetador, hecho que las caracteriza por encima de otro atributo de tipo físico visible (según los cánones estrictos de lo que se puede mostrar y lo que no en Japón!). Para muestra un botón...


La edad de inicio puede situarse en unos tiernos 11 – 12 años, aunque podriais comprobar por vosotros mismos que su aspecto no es para nada infantil. Una “estrella” nacida en el seno de las gravure idols es Saaya Irie, actriz, cantante, presentadora e ídolo juvenil, quien en 2005 alcanzaba una estatura de 1’50 m. habiendo nacido en Fukuoka el 15 de abril del 1993!

Ah, vaya descuido! Felicidades Saaya!!!

Creo que dejaré para otro día hablar de las posibles motivaciones que impulsan a los padres de estas criaturas a ser promocionadas como un objeto de consumo más en la sociedad nipona. Pero, ahora que lo pienso, no distan mucho de las de los padres españoles que empujan al estrellato a sus hijos en programas televisivos como aquel "Menudas estrellas" y similares.

A estas alturas ya no sé jugzar si me decanto por una niña con atributos de mujer o por una mujer ataviada de forma infantil con vestuario de muñeca de la época victoriana. Lo más probable es que me mantenga en una perpetua duda al respecto, dando fé, una vez más, de mis grandes limitaciones.

X.

lunes, 9 de abril de 2007

El ocaso del narcisismo: la indiferencia

Ser una estrella de la música clásica y recibir ovaciones tras cada apasionada interpretación en auditorios repletos de gente elegantemente vestida es algo a lo que está acostumbrado el violinista Joshua Bell. He de confesar, de nuevo, mi desconocimiento de este célebre intérprete. (¡Oh bendita red, ante ti me arrodillo de nuevo por abrirme las puertas del conocimiento!)

Me ha sorprendido mucho leer una noticia sobre un experimento protagonizado por viajeros anónimos del metro de Washington en EEUU. Incluso el supuesto protagonista principal, el célebre violinista ataviado con ropa informal y coronado con una vulgar gorra. Me lo imagino en un largo pasillo, de esos que conectan las distintas estaciones, por los que la gente suele correr, más que caminar, hacia su parcela de espacio, lo justo y necesario para encajar en el mosaico de razas, olores, libros y músicas: dos palmos cuadrados para dejarse llevar, lo antes posible, a buen puerto.

Llaman la atención dos cosas: que alguien tan prestigioso se bajara del pedestal para llevar a cabo tan singular experimento; llama la atención que quien hizo el encargo al susodicho pretendiera probar la capacidad de los viajeros para percibir la belleza.

Ciertamente se explica en el artículo que el contexto puede ser el responsable de que sólo recaudara 32 dólares, en 43 minutos de música clásica. Parece ser que el recuento tira por tierra la idea de la sensibilidad bajo tierra: 1.070 personas pasaron por delante del “anónimo” violinista. Según mis cuentas, un triste 2,53%, o sea, 27 (bonito número, ¿verdad?) depositaron algunas monedas en la funda del violín. 32 dólares como recompensa de 43 minutos de música interpretada con un stradivarius de 1713, según reza el artículo.

¿Se debió sentir solo? ¿Se debió sentir ignorado? ¿Bajó su autoestima tras el experimento? ¿Afectará a su visión del ser humano? ¿Somos seres insensibles hasta tal extremo que pasamos con hastío delante de un jovenzuelo con gorra que desgrana notas arcáicas que resuenan en una madera tan preciada? Concretamente el violín que tocó Bell recibe el nombre de Gibson ex Huberman, y es uno de los 500 Stradivari reconocidos que se conservan actualmente.

Existe un grupo de científicos españoles que aúna sus esfuerzos por encontrar el reducto neuroanatómico del sentido de lo estético, que mucha relación tiene con la belleza y la sensibilidad a la que apelaba el mencionado experimento. En esta odisea científica en busca de la cartografía de los qualia quizá nos olvidamos del contexto, como señalaba el artículo: ni siquiera un stradivarius tocado por un niño prodigio de la música clásica es capaz de conmover a la mayoría de las personas. Sólo un triste 2,53% recompensaron al artista. ¿O solamente se apiadaron de él? Entonces la situación es todavía más terrible: las notas emitidas y propagadas por la estación puede que sólo hicieran resonar los sentimientos piadosos y caritativos de 27 personas.

Artículo publicado en el País.com http://www.elpais.com/articulo/cultura/belleza/pasa/desapercibida/elpepucul/20070409elpepucul_1/Tes

No puedo resistirme. Dice Ramón Trecet, como cierre habitual de su programa de radio “Diálogos 3” de Radio 3 de Radio Nacional de España: “Buscad la belleza. Es la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo”. Gracias Ramón por tantas sobremesas emocionantes y ensoñadoras y por tantos descubrimientos de música para volar.

jueves, 5 de abril de 2007

Shortbus


Llevo tiempo retrasando esta entrada. Que nadie piense que la frase anterior es una metáfora, habida cuenta de que dicha entrada va a referirse a una de las películas que afrontan el sexo de la forma más abierta y honesta que recuerdo (he visto mucho cine, siempre me llamó la atención el género erótico, lo he de confesar, pero en este caso creo que hablamos de algo distinto). ¿Qué hace tan especial a "Shortbus"? Sólo una palabra me viene a mi atorada cabeza: NATURALIDAD. Soy de aquellas personas que todavía creen que el sexo es un tabú en nuestra sociedad global. Muy a pesar de que la mayoría de cosas relacionadas con el sexo se han hecho públicas y accesibles a la mayoría de mortales a un solo click de ratón. El muestrario imaginativo y perverso de la sexualidad humana yace presente como reclamo para interesarse por la red.
Vayamos al grano: me gustó mucho esta película. Más allá de la expectación y el morbo que la acompaña por las escenas de sexo explícito que muestra, la combinación de sentimientos encontrados, soledades, secretos inconfesables, aislamientos y encuentros efímeros se resuelve de una forma magistral, con un entrecruzamiento de historias que te mantienen enganchado a la trama. Además, no quiero olvidar los toques de humor: ¿de qué forma podemos hablar de las miserias humanas, de las insondables verdades que acallamos y que menguan nuestra autoestima y nos dificultan las relaciones con nuestras parejas, con nuestros amigos, con nuestras familias? El humor es el recurso que nos permite seguir adelante en momentos críticos, un buen mecanismo de defensa, sí señor.
Otra reflexión: tocar fondo es algo irremediable para poder salir a flote con garantías. De otro modo, al aferrarnos de forma desesperada a ese tronco inseguro que nos permite seguir tomando bocanadas desesperadas de aire y realidad, sólo conseguimos prolongar la agonía desangrante del vacío. Y eso que, aún así, seguimos a flote.
Me intriga saber qué piensan las mujeres de "Shortbus". Sinceramente, creo que es una película de amplio espectro. Lo digo, de nuevo, por la NATURALIDAD con la que se trata, por ejemplo, los estereotipos relacionados con la promiscuidad homosexual, la anorgasmia femenina o la intrigante morbosidad de los encuentros sexuales con extraños. Lo digo, sobretodo, porque la mayoría de películas que tratan sobre el sexo pecan de machistas. Siempre hay alguna amiga que me dice: "Seguro que esta película sería distinta si la hubiera escrito (dirigido) una mujer". "Las mujeres tenemos otra visión del sexo". Ciertamente: las mujeres son un universo fascinante que desborda las capacidades que la madre naturaleza nos ha donado a los hombres. No dejo de maravillarme nunca de la delicada complejidad del mundo femenino que, a veces, resulta inabarcable.
Volviendo a la película, vale la pena indagar en los entresijos de esta producción. Es muy recomendable visitar la página web de la misma, http://www.shortbusthemovie.com, que destaca especialmente por su diseño gráfico y sus contenidos.




sábado, 24 de marzo de 2007

Fantasmas del invierno




















Pequeña reseña intencionadamente descontextualizada que recoge un fragmento de la novela de Luis Mateo Díez (actualmente mi libro de evasión entre tanto texto científico-técnico-legal que me veo obligado a devorar) y que enlaza bastante bien, para mi gusto, con algunos aspectos de una entrada anterior del blog (véase "Un hombre tiene que saber volar").

"Alicia Mora había escuchado a Brocardo sin acercar el cigarrillo a la boca y, cuando lo hizo, comprobó que se le había apagado.
-Volar parece la condición de ese hombre... - dijo -. No es raro que el que vuela lo quiera hacer solo".

Luis Mateo Díez (2004) Fantasmas del invierno. Madrid, Alfaguara

Me permito la licencia de replicar a D. Luis Mateo Díez, o más bien a Alicia Mora: los hombres que quieren volar no suelen hacerlo en solitario, aunque muchos quieran guardar las apariencias. Si lo hacen en solitario, transportan sobre sus alas a sus amores imposibles. Porque si estos fueran posibles viajarían en primera clase con manta, almuerzo y almohada incluidos, así como el permiso del comandante del aeroplano para visitar en primicia la cabina de mando.

lunes, 12 de marzo de 2007

El peregrino del tiempo (II)

El peregrino del tiempo recoge velas,
Amarrada a su alma reposa la espera.
Conocedor de los instantes de duda,
Se esmera en la cubierta de tu sueño.