miércoles, 4 de julio de 2007

La función de las metáforas

Metáfora del génesis. De Israel Zzepda.


El denso tejido que sustenta las cosas fundamentales de la vida suele ser volátil al contacto con las palabras. Resulta huidizo y esquivo, a pesar de su enmarañada complejidad y a la tenaz fuerza de cohesión que mantiene unido al tejido vital en el transcurso del tiempo.

Ante la imposibilidad de afrontar de lleno, a cara descubierta y mirando al frente con convicción, las cosas pequeñas e importantes de la vida (sentimientos, pasiones, anhelos, miedos, temores, angustias...), optamos por mirar de soslayo esas nimiedades fundamentales que, como hemos dicho ya, entretejen nuestra existencia con vínculos invisibles y nos unen, tanto a los demás como a nosotros mismos.

Las metáforas me sirven para explicar (¡Oh cielos! ¿Realmente soy capaz de explicarlo?) todo aquello que algún día quise decir pero sobre lo que sólo fui capaz de pasar de puntillas, con miedo a rasgar ese hilo invisible que nos une a los demás. En el camino yacen sendos poemas, algunos llegaron a los oídos indicados, otros me consta que no. Descansan, en los márgenes del camino, melodías improvisadas que nunca rozaron los tímpanos de terciopelo de la persona en cuestión. Y a estas alturas me pregunto si todo ese esfuerzo de sutilezas y verdades a medias han resultado en algo positivo. Ciertamente no por su función estética, porque si así fuera seguramente me dedicaría a otra cosa, a escribir poesía y a componer música. Probablemente sólo han tenido origen en la necesidad de crear metáforas comunicativas para decir o hacer lo que no era posible poner en palabras o traducir en actos. Abiertamente. Sin tapujos.

Esa es la función de las metáforas. A una persona que me ha ido demostrando que los sentimientos verdaderos nunca mueren, que sólo los puedes dejar guardaditos cuidadosamente en un cajón, a la espera que el día menos pensado necesites echar mano de ello, bien por nostalgia, bien por imperiosa necesidad, le dije un día: ahora no escribo, ahora vivo, lleno de acción, atrás quedaron las palabras. De eso han pasado probablemente unos años. Y sigo escribiendo, porque no se me agotan las metáforas, que son los pilares del puente que recorren el espacio que hay entre tú y yo.


Corolario: si te hubiera dicho lo que tendría que haberte dicho cuando hubiere tenido que hacerlo, nos habríamos ahorrado años de espera y de extraña incertidumbre. Pero entonces el mundo no sería como es y yo no sería el que soy y las metáforas, probablemente, tendrían otra función.

X.