Pequeña reseña intencionadamente descontextualizada que recoge un fragmento de la novela de Luis Mateo Díez (actualmente mi libro de evasión entre tanto texto científico-técnico-legal que me veo obligado a devorar) y que enlaza bastante bien, para mi gusto, con algunos aspectos de una entrada anterior del blog (véase "Un hombre tiene que saber volar").
"Alicia Mora había escuchado a Brocardo sin acercar el cigarrillo a la boca y, cuando lo hizo, comprobó que se le había apagado.
-Volar parece la condición de ese hombre... - dijo -. No es raro que el que vuela lo quiera hacer solo".
"Alicia Mora había escuchado a Brocardo sin acercar el cigarrillo a la boca y, cuando lo hizo, comprobó que se le había apagado.
-Volar parece la condición de ese hombre... - dijo -. No es raro que el que vuela lo quiera hacer solo".
Luis Mateo Díez (2004) Fantasmas del invierno. Madrid, Alfaguara
Me permito la licencia de replicar a D. Luis Mateo Díez, o más bien a Alicia Mora: los hombres que quieren volar no suelen hacerlo en solitario, aunque muchos quieran guardar las apariencias. Si lo hacen en solitario, transportan sobre sus alas a sus amores imposibles. Porque si estos fueran posibles viajarían en primera clase con manta, almuerzo y almohada incluidos, así como el permiso del comandante del aeroplano para visitar en primicia la cabina de mando.